De la relación de los movimientos populares y de las instituciones

A continuación se recoge la concertación realizada en las jornadas Jakin organizadas por la UEU, Jakin y el Ayuntamiento de Usurbil. La jornada se titulaba: «Movimientos sociales: nuevos puntos de encuentro a nuevos retos».

Diría que hay una cultura política que se ha impuesto en nuestro país durante las últimas décadas y que tiene dos características principales que dice Joseba Sarrionaindia: que tiene un carácter banderizo y que se basa en lógicas de poder.

Si tenemos que hablar de las relaciones entre los movimientos populares y las instituciones, la primera pregunta que me surge a mí es: ¿relaciones entre los movimientos populares y las instituciones, para qué? En definitiva, construiremos las relaciones con un objetivo que creo que es importante definir. Probablemente la respuesta que durante años se ha dado a esta pregunta haya sido la de «hacer más democráticas las instituciones». Y probablemente esa respuesta siga siendo útil, pero hoy en día también se le ha añadido otra respuesta: para poder responder a los complejos retos que tenemos como sociedad en estos tiempos.

Creo que ya está asumido que sólo la administración no podrá responder a los retos complejos que tenemos y que necesita de otros ciudadanos y agentes. Difícilmente se podrá abordar la transición socio-ecológica sin tener en cuenta las empresas o los tejidos comunitarios. La experiencia nos dice que los efectos del resultado que obtienen los sectores público, privado y comunitario cuando trabajan conjuntamente en respuesta a un reto se multiplican.

La cuestión es en qué grado esta visión se ha incorporado a los diferentes agentes de nuestro país, o hasta qué punto estamos preparados para abordar un reto de este tipo. Y así, me gustaría traer lo que Joseba Sarrionaindia mencionó en su libro «La ética o política de las bandas de ladrones». Es cierto que ya han pasado algunos años desde que escribió esto, pero creo que sigue siendo plenamente aplicable. Diría que hay una cultura política que se ha impuesto en nuestro país durante las últimas décadas y que tiene dos características principales que dice Joseba Sarrionaindia: que tiene un carácter banderizo y que se basa en lógicas de poder.

Tirando de un pasaje escrito por Miguel Sánchez-Ostiz, y renfermando del carácter banderizo, Joseba Sarrionaindia escribe: «En ese pasaje no se habla de ningún acto de violencia, sino de una aversión generalizada a las ideas del otro, y en eso está la verdadera analogía del conflicto entre nuestros bandos. Como si en la sangre tuviéramos la madre, la incapacidad para las relaciones ingenuas, que las opiniones ajenas las tomamos por agresiones. Esto es mucho más profundo que la política y corrompe la política. Un tipo de psicología victimista es quizá el que nos convierte en prejuicios todas las equivocaciones, ilusiones, aversiones, malentendidos, silencios, contradicciones del vecino. Es la miseria de la vida cotidiana, convertida en política. O sea, la política, convertida en la miseria del día a día.»

Pero también habla Joseba Sarrionaindia de que el power politics se aplica también en el nuestro, como una política que contempla los problemas como una oportunidad de aglutinar fuerza en las relaciones de poder. Y también menciona que «muchos movimientos populares son divididos o bloqueados» por tales influencias.

Vulnerabilidad, masculinidad y política

Quisiera añadir también otra reflexión que podría sumarse a la que decía Sarrionaindia. Recientemente me invitaron a llevar a cabo una concertación dentro de Etorkizuna Eraikiz de la Diputación Foral de Gipuzkoa para hablar de política y emociones. Partiendo de un episodio de crisis de ansiedad en el que era mi alcalde, hablé de la influencia de la masculinidad en la industria y la política actual. Hablé desde la experiencia personal y desde el profundo proceso personal llevado a cabo por mí.

Y mencioné que la masculinidad hegemónica es una concepción que se construye en la oposición. Se construye sobre lo que no es, sino sobre lo que es. Ser hombre se construye en la negación de ser femenino. Y así, se dice que quiere hacer creer a los hombres a los demás tres cosas: que no es mujer, que no es niña y que no es homosexual. Lo mismo ocurre en la política y en el pueblo. Hay que mostrar la determinación masculina y la fuerza y obviar las dudas y la vulnerabilidad.

Pero la fuerza y la determinación necesitan verdades, evitar dudas. Y también hemos construido en las verdades nuestra cultura popular y política a un gran nivel, es decir, una verdad sobre la otra, o una verdad enfrentada a la otra, profundizando en nuestro carácter bandoide. Y la masculinidad, que es francamente hegemónica, también necesita control, porque los hombres hemos aprendido desde pequeños a tener un nivel de poder y control.

De otra manera, pero George Lakoff también abordó este tema en el libro que lleva por título «No pienses en el elefante». Lakoff incidía en la importancia de los marcos mentales desde el punto de vista del lenguaje y de la comunicación política, y mencionaba la existencia de dos marcos: el marco del padre estricto, que utiliza una educación rigurosa y se construye sobre el bien y el mal, y el marco de los padres protectores, que protegen al niño y le dan oportunidades para que encuentre su propio camino. Lakoff relacionó estos dos marcos con concepciones conservadoras y progresistas y señaló que la neurociencia ha demostrado que los marcos mentales no pueden romperse con hechos o datos -aunque a menudo las fuerzas progresistas se esfuerzen en ello-.

Vistas las reflexiones de Lakoff podríamos decir que la gobernanza colaborativa no responde al marco del padre estricto, sino al marco del progenitor protector. Pero, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a actuar en un marco así? A partir de la base mencionada – carácter banderizo, construcción popular y política masculinizada, etcétera-, ¿se puede construir la colaboración y gobernanza que requiere el cambio de paradigma? Yo diría que el nuevo tiempo que vivimos exige un cambio profundo de cultura y mentalidad que sólo se puede llevar a cabo desde los procesos, desde el hacer, desde la puesta en práctica, desde el cambio de formas de hacer, desde el cambio de marcos mentales.

Una ventana a la duda

Este es el título del acto de celebración del 25 aniversario de EMUN. Quería hacer oda a la pregunta, dudar de las verdades. Y es que, en una época tan cambiante, nuestras estructuras mentales construidas en las verdades muchas veces no nos permiten encontrar respuestas a nuevas situaciones. Pero la concepción basada en las verdades no es nueva.

Nietzsche criticó la concepción que la metafísica de Aristóteles tenía de la verdad. Para Nietzsche no hay ninguna verdad fuera del ámbito de la persona, es decir, «no sabemos cómo es la verdad, sólo sabemos cómo la interpretamos».

Humberto Maturana decía: «No es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en las cuales se dan nuestras acciones. »

Por tanto, y si aceptáramos esta concepción, diríamos que la verdad es cambiante, que la realidad es un mundo de nuestras interpretaciones. Y entonces, ¿cómo saber a qué interpretación atenerse? Pues Nietzsche pone al punto de mira en el poder de las interpretaciones. Cuando estas interpretaciones nos permiten la transformación, se diría que son poderosas. En cambio, cuando nuestra interpretación de la realidad nos cierra las posibilidades de transformación, no serían poderosos.

Y ahora venimos a la idea inicial de que para responder a los retos actuales será necesaria la colaboración y la colaboración entre los diferentes agentes. Consideremos que reunimos a diferentes agentes para responder de forma colaborativa a un reto. ¿Cuál será, siguiendo la idea de Nietzche, la interpretación más poderosa en torno a la realidad? ¿Qué interpretación tendrá más posibilidades de transformación? Si mi interpretación de la realidad cierra las posibilidades de colaboración, ¿es poderosa? ¿Permite la transformación? Y si no es así, ¿por qué me lleva a considerar como verdad una interpretación de la realidad? En la respuesta a estas preguntas creo que habría que construir una relación entre movimientos sociales e instituciones. Quizá desde el reconocimiento de que, como decía Sarrionaindia, la materia sobre la que se asienta la democracia es la «conciencia de la precariedad».

Procesos de nueva dimensión

Como ya hemos mencionado anteriormente, todo esto requiere de procesos que permitan cambios de mentalidad y cultura. Necesitamos procesos que pongan en común agentes públicos, privados y comunitarios. Y si estos procesos colaborativos pretenden romper o superar los caracteres banderizos, además de las verdades deberán tener presentes las emociones, las emociones que hacen presente la vulnerabilidad. Porque si queremos que desaparezcan los bandos, tendremos que hacer posible la aparición de personas.

Humberto Maturana decía: «No es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en las cuales se dan nuestras acciones. »

Por tanto, podríamos decir que necesitamos procesos que cuestionen las verdades. También podríamos decir que, para hacerlo posible, necesitamos procesos en los que la vulnerabilidad esté presente. Y en consecuencia, podríamos decir que necesitamos procesos en los que la emoción tenga presencia.

Sé que cuando diga esto se recibirá extraño de parte de algunos. Más aún, habrá quien se sienta incómodo al imaginar un proceso así. Pero la experiencia me dice que cuando un proceso adquiere esa dimensión su capacidad de transformación se multiplica. Quizá lo que nos incomoda no es el proceso en sí, sino la deconstrucción de nuestro marco mental.