Política, liderazgo y vulnerabilidad

Intervención realizada en la conferencia de Etorkizuna Eraikiz titulada “Emociones y poder en la política: Power and Love in Politics”

Cuando me propusieron participar con esta ponencia, y tenía que elegir un título, pensé en poner un título general – «Política, liderazgo y emociones» -, toda vez que no sabía con exactitud por dónde iba a ir mi intervención. Pero hoy, me atrevería a poner el siguiente título: “Política, liderazgo y vulnerabilidad”.

Para exponer este cambio, quisiera comenzar trayendo un episodio personal que viví en mi experiencia política: era noviembre de 2017, y el concejal Jon y yo íbamos en coche a la comisaría de la guardia municipal para el encuentro mensual que solíamos tener con el oficial y los sargentos. Aparcamos el coche, y antes de salir de él le dije: “Jon, no creo que llegue al final de la legislatura”. No nos dió tiempo para hablar más, porque entramos en la reunión. Entonces era el alcalde de Errenteria, y mi mandato terminaba en junio de 2019.

Unos pocos días más tarde, estando en mi oficina, empecé a sentir un malestar corporal, que hoy soy incapaz de describir, pero que tuve que salir corriendo de la oficina para irme a casa. Parecía que me iba a dar algo, y en un intento desesperado de calmar esa sensación, me tomé un paracetamol, que era lo único que tenía en casa. Era una crisis de ansiedad.

¿Y por qué traigo este episodio hoy aquí? Porque considero que es un buen ejemplo para señalar que si bien en ocasiones se hace extraño vincular la política y las emociones en una misma frase , solo son algunas de las emociones las que se niegan en la política, no todas. Las emociones que no tienen lugar en la política o las instituciones son aquellas emociones que se vinculan con la vulnerabilidad, como por ejemplo, el miedo, el amor, la empatía, etc.

Al día siguiente me encontraba saliendo fuera de casa. Tenía que salir sí o sí de Errenteria, y me fui para 5 días. Muy poca gente sabía lo que ocurría. De alguna manera me sentía vulnerable, y me decía a mí mismo que algunos podrían aprovechar esas circunstancias, y que era mejor guardarlo en secreto. Así es la política. Al fin y al cabo, me decía: ¿Cómo va a cuidar a la gente un alcalde que no es capaz de cuidarse a sí mismo? ¿Qué fuerza puede sacar para hacer frente al día a día, aquel que se muestra tan débil?

Así pasaron dos meses, entre medio las navidades. Acudí a dos plenos y al acto de reconocimiento a “los muertos y heridos en la semana pro-amnistía”. No participé en nada más, pero se me hacía muy difícil acudir a estos actos, y más todavía cuando tenía que aparentar que no pasaba nada. Tras dos meses volví a la actividad política. Muy probablemente necesitaría más tiempo – se dice que en estos casos al menos se necesitan 6 meses -, pero, ¿cómo mantener ese secreto durante tanto tiempo?

¿Y por qué traigo este episodio hoy aquí? Porque considero que es un buen ejemplo para señalar que si bien en ocasiones se hace extraño vincular la política y las emociones en una misma frase , solo son algunas de las emociones las que se niegan en la política, no todas. Las emociones que no tienen lugar en la política o las instituciones son aquellas emociones que se vinculan con la vulnerabilidad, como por ejemplo, el miedo, el amor, la empatía, etc. Sin duda, este episodio tendrá mucho que ver con la forma que yo tenía de ver la realidad, y quizás no tanto con la propia realidad, pero creo que algo se acerca a cómo se entiende la política.

Decía Daniel Goleman que “los niños, para cuando cumplen los 6 años, ya han aprendido a guardar sus emociones”. Pero añade que no todas las emociones, porque el enfado y la rabia son considerados sentimientos legítimos para los hombres. Y diría que así ocurre también en la política: que el enfado y la rabia están muy presentes, no en cambio otras emociones como el amor y la empatía. Solo hace falta leer las noticias diariamente para darse cuenta de esta afirmación. Y si eso es así, diría que iniciamos esta exposición con una conclusión bien conocida: que nuestra política, y nuestras instituciones, son estructuras muy masculinizadas.

Es desde esta perspectiva desde donde quiero abordar este tema. Porque a la pregunta que flota en esta conferencia sobre “¿cómo trabajar aspectos como la empatía, las emociones o el amor en la política?”, diría que transformando a sus propios líderes, para que el sistema se pueda transformar. Y desde esta perspectiva, el objeto de estudio no se encuentra en la gente, sino en los propios líderes. En efecto, ¿cuáles son las transformaciones que los líderes tienen que tener para encontrarnos con nuevas formas de liderazgo?

Por tanto, utilizamos la razón en muchos casos para ocultar o negar nuestra vulnerabilidad. Y así creo que hemos construído la política en gran medida, basada en verdades, apilando una verdad sobre otra, o enfrentando una verdad a la otra.

En una primera parte de mi intervención intentaré adentrarme en tres cuestiones de la masculinidad hegemónica y la vulnerabilidad, que creo que afectan a esto que estamos tratando. A reglón seguido, intentaré exponer cuán limitantes pueden llegar a ser estos aspectos para afrontar los retos y la complejidad de la sociedad actual desde la política. Necesitamos nuevas formas de colaboración, y para que eso ocurra, necesitamos desprendernos de aquello que no nos permite o imposibilita el éxito de esas nuevas formas de colaboración.

Sin duda no soy un experto en este tema, y ya de antemano pido disculpas si me equivoco en algunos aspectos. Pero yo hablaré desde mi experiencia personal, la vinculada con mi experiencia como alcalde, y otra posterior, la vinculada con un proceso de profunda mirada introspectiva, que ha tocado mi propia masculinidad, e incluso mi miedo a la vulnerabilidad.

Vulnerabilidad, el sentimiento negado

Elizabeth Badinter señala que la masculinidad se construye en oposición. La masculinidad se define más por lo que no es que por lo que es. Ser hombre es diferenciarse en todo lo posible del “ser femenino”. Y así se dice que el hombre pretende convencer de tres cosas:  que no es una mujer, que no es un bebé/niño y que no es homosexual”. La masculinidad hegemónica ha vinculado la feminidad con la vulnerabilidad, actuando permanentemente en su negación.

Y esta perspectiva se podría trasladar a las diferentes estructuras de la sociedad. El asesor y experto Frederick Laloux señala que las y los trabajadores cuando salen de casa en dirección al trabajo se ponen una máscara de aquello que se espera de ellos en el lugar de trabajo, ocultando su verdadero ser. Eso significa “demostrar resolución masculina, exhibir determinación y fortaleza y ocultar las dudas y la vulnerabilidad”.

Y eso mismo ocurre en la política. Hay una necesidad de mostrar fuerza y determinación masculina, y de apartar las dudas y la vulnerabilidad. Y en ese contexto, las emociones vinculadas con la vulnerabilidad no encuentran lugar.

Pongamos que acudimos a un equipo para tener una sesión y decimos que “en el día de hoy vamos a trabajar las emociones”. Automáticamente, en muchos casos la gente empieza a sentirse incómoda, se remueve en la silla, e incluso alguna persona se atreve a verbalizarlo. Y en realidad, creo que nos tensiona que podamos entrar en un lugar donde nuestra vulnerabilidad aparece, en un espacio que no predecimos para mostrar la vulnerabilidad, que no guardamos para ello. Es decir, nos preocupa que aparezca lo que somos, más allá de nuestra máscara.

Razón vs. Vulnerabilidad

La razón es una de las palabras claves que determina la masculinidad hegemónica. Las razones, o las verdades, supuestamente nos dan seguridad. Las emociones y el cuerpo sin embargo, son espacios que nos cuesta más controlar.

Humberto Maturana decía lo siguiente: “No es cierto que los seres humanos somos seres racionales por excelencia. Somos, como mamíferos, seres emocionales que usamos la razón para justificar u ocultar las emociones en las cuales se dan nuestras acciones.”

Por tanto, utilizamos la razón en muchos casos para ocultar o negar nuestra vulnerabilidad. Y así creo que hemos construído la política en gran medida, basada en verdades, apilando una verdad sobre otra, o enfrentando una verdad a la otra. Nietzsche criticó la visión que tenía la metafísica de Aristóteles en relación a la verdad. Para Nietzsche no hay una verdad fuera del dominio de lo humano, es decir, “no sabemos cómo la verdad es, sino solo sabemos cómo la interpretamos” – Rafael Echeverría -. “No vemos las cosas como son, sino como somos”, dice el Talmud de los judíos.

Por tanto, y si aceptamos esta visión de la verdad, estaríamos aceptando que la verdad es cambiante, que la realidad es el mundo de nuestras interpretaciones. Y entonces, ¿cómo saber a qué interpretación obedecemos? Para ello, Nietzsche nos habla de las interpretaciones poderosas. En la medida que nuestras interpretaciones tengan una capacidad de transformación serán poderosas, y no lo serán cuando carezcan de esa capacidad.

Cabe señalar además, que esta visión nos permite una nueva mentalidad para estos tiempos cambiantes. Quién construya su vida en base a verdades, tendrá difícil desarrollar una mentalidad que se ajuste a los tiempos cambiantes cuando estas ya no le sirvan.

Poder vs. Vulnerabilidad

Dice Michael Kaufman que “se equipara el ser hombre con tener algún tipo de poder”. Y cuando hablamos de poder, debemos hablar también de control, control sobre las personas y las cosas. Los hombres hemos aprendido desde pequeños a tener un grado de poder y control, porque esto nos daba privilegios.

Si volviéramos a ese episodio personal que he mencionado al inicio, una de las razones de mi crisis de ansiedad (hubo más razones) estaba ligada con mi necesidad de control. La cuestión es, que justo en ese momento, hubo dos temas de gestión ordinaria que eran complicados y delicados y que escapaban de mi control. No poder controlarlos es lo que me generaba la ansiedad.

Pero desde mi experiencia, tanto política como actual, creo que cuando llegamos a conversaciones un poco más profundas de las habituales, que tocan la vulnerabilidad, emerge lo humano, cae la máscara que nos acompaña, y se viaja a un nuevo espacio que hace posible la transformación.

En este sentido, el poder y la razón son dos elementos que se encuentran directamente vinculados. La razón se sitúa en nuestro espacio de control, las emociones sin embargo no. Cuando entramos en el mundo de las emociones, tenemos el riesgo de perder el control, y el no controlar nos hace vulnerables.

Y creo que la política también se ha estructurado de esta manera, en una lógica de control y poder. Y desde esa lógica, ¿cómo acepta el poder compartir su poder en modelos de gobernanza colaborativa? ¿Asumimos, que en estos procesos que se desarrollan con diferentes agentes, no podemos controlar sus resultados? ¿Cómo afecta eso a la forma que tiene el líder de vivir el proceso? ¿Cómo llevamos en nuestra vida no tener el control de las cosas?

Gobernanza colaborativa y emociones

Hasta aquí hemos desarrollado las tres ideas principales: la vulnerabilidad, la razón y el poder. Ahora, vamos a ver cuál es el impacto que esas ideas tienen en las formas de respuesta a la complejidad del contexto actual, o incluso, en la gobernanza colaborativa.

Es una idea ya compartida que en el contexto actual será necesaria la colaboración de los diferentes agentes, es decir, que siendo los retos tan complejos no es posible dar respuesta a ellos única y exclusivamente desde la administración. Si eso es así, es determinante cómo se desarrollan esos espacios que comparten esos agentes, cuál es su forma de relacionarse. Por tanto, me atrevería a decir que el tipo de liderazgo que se necesita en el contexto actual, se acerca más a la capacidad que deben de tener de conectar a diferentes agentes, que en la capacidad carismática buscada hasta la fecha.

Y aquí quisiera traer la vulnerabilidad de nuevo, y hacerle una oda, sobre todo en estos espacios que aglutinan a agentes tan diferentes. Para entender esto quisiera poner un ejemplo:

En ocasiones se ha hablado del proceso de convivencia desarrollado en Errenteria. En ese proceso, más allá de lo que pudo aparecer públicamente, hubo algo que fue determinante. Hubo un foro de diálogo, que se reunió con absoluta discreción, y que reunió a personas de muy diversa sensibilidad y pensamiento. En ese foro vivimos momentos realmente muy emocionantes. Se compartieron miedos y vivencias que en muchos casos ni siquiera se compartieron con las familias. Vimos a personas llorar, y vimos la vulnerabilidad en su expresión máxima. Y cuando aparece la vulnerabilidad, aparece también la profundidad del ser humano. Y eso es lo que nos unió, y lo que posibilitó todo lo que vino después.

No quisiera trasladar miméticamente las formas de este proceso a los procesos que actualmente necesitamos para responder a los grandes retos. Soy consciente que su profundidad no es trasladable. Pero desde mi experiencia, tanto política como actual, creo que cuando llegamos a conversaciones un poco más profundas de las habituales, que tocan la vulnerabilidad, emerge lo humano, cae la máscara que nos acompaña, y se viaja a un nuevo espacio que hace posible la transformación. Al fin y al cabo, sean cuales sean nuestras diferencias, la vulnerabilidad y lo humano nos une.

Estos nuevos espacios nos permiten cuestionar nuestras propias verdades, abrirnos a nuevas verdades. Cuando las emociones cogen una mayor presencia, las razones pierden fuerza, y se abren las posibilidades para el acuerdo, más aún si somos capaces de integrar que la realidad no es más que el mundo de nuestras interpretaciones. Eso hace más fácil apartar por un momento nuestras verdades, y generar conversaciones mucho más poderosas, de aceptación mutua. Y considero que las verdades que emerjan de estos procesos serán las que tengan un poder de transformación mayor, que sean capaces de responder a los grandes retos de la sociedad actual. Pero para eso, necesitamos apartar nuestros miedos, porque la emoción que en muchos casos nos impide abrirnos al amor o a la empatía es el miedo, el miedo a ser vulnerables, el miedo a perder el poder y el control que nos otorga la razón.

Cuando esta conferencia se hizo pública, el profesor Igor Ahedo escribió un tweet que me recordó a la siguiente frase de Humberto Maturana con la que me gustaría terminar: “Cuando hablo de amor no hablo de un sentimiento ni hablo de bondad o sugiriendo generosidad. Cuando hablo de amor hablo de un fenómeno biológico, hablo de la emoción que especifica el dominio de acciones en las cuales los sistemas vivientes coordinan sus acciones de un modo que trae como consecuencia la aceptación mutua, y sostengo que tal operación constituye los fenómenos sociales.”